Todos los bichos que estamos vivos hacemos sólo dos cosas, que ya las dijo Darwin: conservación del individuo y supervivencia de la especie. A grandes rasgos, gestionar alimento, seguridad, reproducción y sociedad (necesidades básicas). Como una herramienta para esta gestión, tenemos todo lo que implica la actividad consciente del SNC (sistema nervioso central) consistente básicamente en pensamiento (ideación, simbolización, representación en la conciencia).
Pero por alguna razón todavía ignota, padecemos de un exceso de simbolización que nos lleva a extravíos permanentes que no podemos resolver. Un ajetreo simbolizatorio desordenado que nos exacerba la imaginación y nos lleva a idear hasta el punto del delirio. Y este excedente de actividad mental es tomado como nuestra vida, como nuestra realidad. Entonces, pensamos, decimos, oímos, opinamos, filosofamos, y seguimos cualquier cosa, y creemos que así nos damos una vida 'humana'.
No obstante, lo que todavía no aprendimos a hacer con ese excedente, es emplearlo en asumir mejor nuestra realidad natural. Preferimos mantenerlo en terrenos de fantasías, quizás para contrarrestar o compensar lo insoportable que se nos hace nuestra vida real, animal, de cumplir los mandatos de la Naturaleza que el viejo Charles advirtió. Y que nos 'limitan' a salir todos los días a conseguir provisiones, criar a nuestros hijos, cuidar a nuestra familia, aportar a la comunidad y competir para evolucionar.
¿Será que vale tan poco todo eso en sí mismo que sentimos esa irrefrenable necesidad de disfrazarlo continuamente con desvaríos de toda laya? ¿Que elegimos ser felices enfermándonos antes que insertarnos en la realidad que la Naturaleza nos marca y buscar ahí nuestro bienestar?
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