miércoles, 8 de junio de 2016

EL PODER (ensayo)

Capítulo del libro de ensayo psico-filosófico titulado "METAPERSPECTIVAS, Alegato humanista, psicologista, antimaterialista y sistémico" escrito entre 2012 y 2016, publicado en el blog homónimo.
Heterodoxia reflexiva acerca de la concepción del hombre y la elaboración que ha hecho de la cultura partiendo de sus posibilidades de percepción del mundo.
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“El poder es toda posibilidad, en absoluto, para imponer su voluntad en una relación social, incluso contra la resistencia de los demás”
Max Weber

"Quien quiera conocer la verdad sobre la vida inmediata tendrá que estudiar su forma alienada, los poderes objetivos que determinan la existencia individual hasta en sus zonas más ocultas."
Theodor Adorno

"Agradezco no ser una de las ruedas del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas."
Rabindranath Tagore


 Paralalelamente a esas grandes preguntas de la ontología (el estudio del ser) ‘qué somos’ y ‘para qué somos’, corre otra más acuciante, dada su implicación práctica: cómo somos... o mejor aún, cómo estamos. Esta se vincula con la dinámica de la vida humana mucho más que las dos previas, que se ligan más a una abstracción teórica estática. ‘Cómo estamos’ conlleva la noción de que podríamos ser de otra manera, y de que lo que somos podría ser en mayor o menor medida, modificable. Nos pone a estudiarnos a nosotros mismos en nuestro devenir existencial, lo cual contiene la intención de trabajo sobre sí mismo con fines de cambio.
 En aras de aproximarnos al cómo somos, es menester dilucidar primero qué nos hizo así y qué nos mantiene así o bien de qué modo nos está haciendo de aquí en más. Tenemos que colocar la lente sobre los poderes que hicieron y hacen el mundo y, por eso mismo, construyen nuestra subjetividad.

 La vida de los humanos transcurre en sociedad. No es concebible un sujeto aislado, y efectivamente es muy difícil hallarlo. Cuando por algún avatar una persona se ve obligada a sobrevivir en soledad, sigue socializada y ajustada a su cultura, de la cual extrae los conocimientos para subsistir y manejar el dolor moral, así como la esperanza de reintegrarse. Un anacoreta es alguien socializado que en algún momento de su vida elige aislarse, pero no desecha todo de la cultura ni todo de la civilización. Los pocos casos registrados de especímenes salvajes criados por animales, no presentan una subjetividad que pueda considerarse humana, aunque sí sienten el llamado emocional de la raza.
 Una confirmación de esto la da el simple y cotidiano detalle de que evaluamos lo individual el función del conjunto; difícilmente alguien se tome a sí mismo como parámetro, excepto en algunos puntos en los que ese sujeto es o quiere ser original. En todo lo demás, su referencia siempre es el resto, y esto está en general plasmado en el método estadístico que siempre utilizamos: esto que me sucede a mí será bueno o no en virtud de a cuántos más les suceda. Si perdí mi zapato izquierdo, en mi desesperado intento inicial por discernir qué clase de situación es esa, buscaré antecedentes del mismo hecho en otras personas y qué podrían pensar y hacer ellos y todos los demás ante la misma. Si contraje una enfermedad, veré cuántos más la tienen y qué opina todo el resto de ello.
 Todo en nuestra vida discurre con semejantes, en esto que nombramos sociedad y que está presente en todas las especies: dos ejemplares se encuentran y se les disparan mecanismos de sociabilidad, por más rudimentarios que puedan parecernos. De las sociedades de las otras especies decimos que se dan por mecanismos instintivos (recursos cognicionales depositados por la Naturaleza en el cerebro); de la nuestra, no tenemos duda de que la construimos con nuestras aptitudes (recursos intelectuales y subjetivos creados por el ejemplar). Aseveramos que los machos alfa animales están naturalmente dotados para esa posición y la ejercerán por pulsiones (instinto), en tanto que los líderes humanos las obtienen por linaje o mérito y las protagonizarán en base a su inteligencia y habilidad (albedrío). Quiere decir que una manada es producto de la Naturaleza y la comunidad de los hombres es el resultado de que somos lo mejor que hay en el mundo.
 Hablar de liderazgo es hablar de la cuestión central de nuestra sociedad: el poder. Así como no puedo saber qué es la muerte y qué sucede después de ella porque no morí ni conocí a nadie que haya muerto, tampoco puedo saber qué significa el poder en las comunidades animales porque nunca fui animal ni pude intercambiar información al respecto con ningún animal. Pero se conoce mucho acerca del poder en el género humano, y bien vale dedicarle unas líneas.

El mito de la anarquía

 Es dato de la Naturaleza que todo lo que existe está regido por leyes o responde a un sistema nervioso o al menos gira alrededor de algo. Debido al principio universal de organización, para todo hay un eje o una fuerza rectora. Todo cumple una función en los diversos e innumerables sistemas: es decir, tiene que hacer algo y además hay algo que reaccionará si no lo hace. Nada en el Universo decide si va a ejecutar o no lo que es su función, y es de suponerse que a nada en el Universo –excepto quizás a nosotros- vaya a ocurrírsele algo así. Ahora bien: el que a nosotros se nos ocurra esta o aquella cosa, de ningún modo implica que la realicemos. Individualmente vamos a hacer o no eso que se nos ocurre, pero como especie, vamos a funcionar de la manera que la especie tiene que hacerlo. Es cierto que a nuestro entender estamos cometiendo desmanes con el planeta: pero el planeta sigue girando y no sabemos si esos “desmanes” son en realidad errores o mera parte de nuestro cometido. Tememos por el futuro y por ocasionar nuestra propia debacle, pero tampoco sabemos si eso mismo es lo que está previsto. Y también pensamos que nada esté previsto y que el rumbo lo hagamos nosotros, lo cual no deja de ser una posibilidad y para lo cual es mucho lo que tendríamos que aprender.
 Llamamos poder a lo que constituye ese eje o esa fuerza rectora dentro de nuestra raza y específicamente, en nuestra sociedad. Como la sociedad es en definitiva una imposición y esa entidad (el poder) está para mantener y gestionar la imposición, va a limitarnos y presionarnos, y por ende, tiene mala prensa. Aunque el poder influye mucho en la prensa, por cuanto puede maquillarse de maneras variopintas: por ejemplo, el sostén ideológico de las monarquías europeas fue que el poder del rey era una delegación parcial del poder de Dios (integrismo).
 De cualquier modo, hay muchas cosas para decir del poder sin repetir demasiado todo lo descubierto por Michel Foucault, cuya obra es imprescindible y fue muy vasto lo que esclareció, y sin caer en la ya clásica visión conspirativa donde unos pocos malvados dominan el mundo. Si nos detenemos un rato a evaluar con ojo distante la calidad personal y organizativa de quienes mandan en el mundo, vamos a darnos cuenta de que los gobiernos y los poderes sociales tienen un alcance relativo y que las fuerzas del sistema intervienen bastante para que las cosas sigan en pie.
Los gobernantes no son muy importantes.

 No puede decirse que el poder apareció en la sociedad de tal o cual modo, porque estaba en el mundo mucho antes que nosotros nos agregáramos al mismo. Y como desde que empezamos a ser esto que somos siempre tuvimos alguna forma de sociedad, tampoco podemos explicar cómo lo implementamos. Siempre estuvo con nosotros porque siempre estuvo en nuestro cerebro, no es sólo que lo aprendimos en la familia. Si dejamos la Naturaleza y vamos a nuestra simbolización, a nuestra lógica interna, podríamos encontrar un origen o justificación del poder en la distribución de tareas (ya vimos que lo nuestro y lo de todo lo que existe no parece ser otra cosa que una constante actividad). Vale decir que para organizar la actividad y así lograr que las tareas se cumplan, alguien tiene que interpretar de qué manera se ordena y se coordina, y luego disponer y establecer.
 Sobre todo, porque tenemos una individualidad muy marcada y así como cada persona es única e irrepetible, también tiene opiniones y procederes muy personales y cada vez que se junta un grupo, lo que hay es un criterio diferente por cada persona.
 Cuando dos personas se organizan para tener sexo, no hace falta que nadie disponga ni coordine nada: la Naturaleza se ha encargado de ello, implantando en cada sujeto los recursos necesarios. Cuando una madre amamanta pasa lo mismo, y cuando un padre defiende a su hijo, otro tanto. Cuando alguien ayuda a un necesitado o cuando varios individuos se unen en un grupo circunstancial para rescatar a un chico de un peligro, también sucede eso. Por lo tanto, no todas las actividades requieren del poder. Pero hay un cúmulo de ellas para las que el poder es inevitable, porque sin él no podrían llevarse a cabo.
 En la tribu se salía a cazar en un grupo cuyos miembros tenían que operar coordinadamente y para eso hacía falta un jefe. En la galera, los galeotes debían remar al unísono, para lo cual el cómitre los guiaba a golpes rítmicos de tambor. En la siembra y la cosecha hay época, plazos y horarios que los cosechadores deben respetar, y para eso hace falta dirección. En la preparación de una fiesta es menester contemplar una cantidad de rubros y detalles que quedan a cargo del organizador. En la construcción de una embarcación o un puente hubo conocimientos específicos que aplicar por los trabajadores, que se ajustaban al diseño e indicaciones del experto. En la tala, sólo uno de los hacheros decidía cuáles árboles iban a caer, cuándo y hacia dónde.
 Ya en nuestra superpoblada época, Edgar Schein define la organización como “Coordinación racional de las actividades de un cierto número de personas que intentan conseguir una finalidad y objetivo común explícito mediante la división de funciones y del trabajo, a través de una jerarquización de la autoridad y la responsabilidad.” Acá se ve que si bien son las personas las que intentan la finalidad, no es posible que lo hagan por sí mismas, dado que a este nivel no existe un implemento natural que aporte organización. Nace la autoridad, es decir el saber cómo debe hacerse y la facultad de imponérselo al resto.

Libertad, igualdad, fraternidad

 Ahora bien ¿Puede alguien imponer algo a otro desde su flanco, desde el mismo piso, desde el mismo nivel? Lo que puede hacerse en estos términos es negociar o pelear, pero nunca imponer. Los individuos –de todas las especies- están dotados de avidez, que es lo que los lleva a desplegarse, a desarrollarse, a crecer. Se ven obligados a pugnar por estos intereses, es decir, que lo harán todo el tiempo hasta que encuentren que ya no pueden hacerlo. Y lo único que logra ese límite es la fuerza.
 Tiene que entrar en escena alguna fuerza superior a la avidez del sujeto, para que él desista de pujar por lo que percibe como sus intereses. Esta fuerza puede ser ambiental o humana, y en este caso puede ser simplemente directa (fuerza de hecho, física) o bien indirecta (amenaza, coacción). Cuando viene alguien y me golpea o hiere, aparece la primera forma de poder natural: logra que yo desista de mi puja y él hace prevalecer sus intereses. Y cuando viene una cantidad razonable de semejantes y me dicen que desista, se constituyen en un poder que tiene fuerza en sí mismo porque es superior a mí. Entonces aparece la primera forma de poder social, que es la convención.
 La convención se sirve de la microfísica del poder que señala Michel Foucault, ese poder atomizado y circulante que se distribuye irregular y discontinuamente entre todos, haciendo que cada persona tenga por momentos una cuota de decisión en algún tema. Afirma que no hay un poder soberano y único; tanto el poder mismo como las modalidades de resistencia e insumisión, deben pensarse entonces en forma múltiple, plural y diseminada. Es una entidad difusa y omnipresente, es la expresión de mecanismos normalizadores que están presentes en toda la trama de la sociedad y en cada acto de las personas. Para terminar de entender esto, tendríamos que hacer el ejercicio de observar a lo largo de un día cuántas veces estamos en una posición de decidir sobre cosas de otros, y cuántas en la que otros deciden sobre cosas nuestras (realmente muchas).
 Cuando aquel que me lesionó con su mayor fuerza decide quedarse para imponerme indefinidamente sus intereses, me conquista y se convierte en un poder personalizado, un poderoso, adquiere jerarquía de hecho. Cuando los de la convención desean asegurarse de que yo obedezca y creen que es mejor colocar a alguien para controlarme, están instalando una autoridad, que es un poder convencional personalizado, otro tipo de poderoso, con jerarquía conferida.
 Esto de la jerarquía sugiere intuitivamente un lugar alto, como que está arriba: tenemos al jefe de pie al lado, pero lo visualizamos más alto. Esta intuición parte de la necesidad de visión que debe tener quien detenta el poder: desde el llano, en paridad con los otros, no se ven suficientemente las cosas como para organizarlas. Se requiere un lugar de cierta altura para ver todo y recibir la información de todo, de modo de poder comprenderlo. Foucault norma como panóptico a ese lugar y acota: “Hay que admitir que el poder produce saber; que poder y saber se implican directamente uno al otro; que no existe relación de poder sin constitución correlativa de un campo de saber, ni saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo relaciones de poder”

 La jerarquía puede ser también social, es decir estamental (estatus). Se reconocen grupos de variada magnitud y grandes agrupaciones conocidas como clases. A través de la Historia esa jerarquización se organizó a partir de diversas fuentes: habilidades físicas, atributos estéticos, linaje, condición clerical, rapacidad, intelecto, posesiones, fama, y siempre proveyó riquezas, las que a su vez fueron fuente de estatus. Tal parece que el patrimonio sea el factor central de la sociedad.
 La única manera de que se alcanza algún estatus, es que haya otros debajo. El mismo concepto de estatus define la indefectible necesidad de que haya inferiores. Y el tan preciado y legitimado status económico no puede existir si no hay una cantidad de otros con menos ingresos o patrimonio. Otro dato es que la organización social predominante por lejos es la piramidal, cosa que constatamos en todo el reino animal, y hasta en el mismo Universo la disposición prevalente es de varios los astros circunvalando a uno. No puede pensarse que sea modificable la forma de pirámide, pudiendo decirse que es truncada (porque no hay un rey del Mundo) y que puede modificarse en su altura, aunque tampoco pareciera admitir muchas variantes ahí.
 De ello se infiere que un sistema fundamentado en jerarquías, tiene que preocuparse por la existencia de una gran proporción de subalternos y, si de jerarquías económicas se trata, tiene que velar por mantener una importante proporción de lo que en cada época de que se trate puedan considerarse pobres. Y por otra parte, esto tiene que ser así para que opere aquella característica basal de la materia viviente, la competencia, que sería (y no hay muchos argumentos en contra) el motor de la sociedad. Como la avidez nos es algo muy constituyente, parece no existir manera de que no compitamos y cada vez que se le quitó esto a la gente (por prohibición o por falta de motivación) se vieron las consecuencias alienantes (por ejemplo en la Unión Soviética).
 No obstante, la competencia no es ni libre ni total, un sistema no puede ser tan blando porque se desestructuraría. El estatus es un lugar poco alterable, al punto que está visible en el cuerpo. Las personas portamos suficientes signos en el rostro, en la postura, en la gestualidad y en el lenguaje; si hubiese un cambio de estatus, el lugar anterior sigue visible en alguna medida, al menos en la generación que cambió. Y si el cambio fue muy hacia abajo, también hay fuerte daño psíquico. El tejido social es flexible, pero no líquido.

 De acuerdo a la dimensión del esquema regido, el poder va a fraccionarse en tantas jerarquías como hiciere falta para esa organización. Tomemos la actual sociedad de masas diversificada y globalizada, y veremos la cantidad y multiplicidad innumerable e inabarcable de niveles jerárquicos suscitados en las miríadas de organizaciones. Entre las mismas, advertimos una gran presencia de un tipo específico: la empresa.
 Así la define Chris Argyris: “Grandes estrategias individuales creadas para conseguir objetivos que requieren el esfuerzo de muchos”.


A los maestros Ludwig von Bertalanffy, Paul Watzlawick y Carl Rogers.


http://metaperspectiva.blogspot.com.ar/2014/03/neogenesis-7-alegato-humanista.html

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