lunes, 24 de agosto de 2015

BORGES Y EL NOBEL

Por una de esas vueltas de internet, di con un PDF en inglés titulado ‘The Aleph’; una traducción asistida por el mismo Borges, y lo leí. Leer en otro idioma es leer con los ojos de otra gente, con la visión de todas las culturas, es ver al autor en todas sus versiones posibles.
Y entendí por qué no le dieron el Nobel.

En 1985, un año antes de su muerte, se me presentó la oportunidad de conocer a esa figura que parecía soberbia o sobria, que parecía infatuada de divismo o allanada de humildad, que tenía para mí el magnetismo de la incógnita, del misterio de su inteligencia tan especial, tan diferente.
Tuve la experiencia cumbre de estar entre una docena de personas que departió un par de horas con él en un seminario donde sólo estaban, en silencio, Kodama y la dueña de casa, Izaguirre. Me encontré con un hombre sencillo, de modales austeros, un hombre respetuoso que estaba en contacto con nosotros, pero también en contacto con el Universo, como en El Aleph. Que escuchó atentamente y respondió con esmero, exponiéndonos con cuidadosa prodigalidad su mundo intelectual; un hombre entero y saludable, con una lucidez intacta y eterna. Le preguntaron por qué nunca hizo una novela, y dijo que todo lo que había que decir podía decirse en un cuento y, que para hacer una novela, él sólo tendría que inventar relleno para lograr más extensión.
Recuerdo que en una entrevista, Anthony Burgess (‘La naranja mecánica’) dijo de Borges que era un genio bíblico y sintético. Y es cierto: podía ver el Universo completo y resumirlo para la inteligencia humana. Podía analizar en detalle y sintetizar en bloque al mismo tiempo, mecanismo que los humanos aún no conocemos, que ni siquiera hemos imaginado todavía. El Aleph no es una ficción: es Borges en sí mismo, es su mente, es la manera en que él veía, es la forma como funcionó su percepción.
No sé de qué mundo vino Borges, pero estoy seguro que no es de éste. Ha sido quizás un superhéroe enviado desde alguna galaxia remota, y que nosotros no pudimos terminar de reconocer porque estaba más allá de nuestro tiempo, más allá de nuestra circunstancia, más allá de lo que hoy podemos entender. Nos trajo una manera de visualizar y comprender que todavía no captamos pero que impregnó el medio intelectual de nuestro mundo de un modo novedoso e irreversible. Nos dejó una nueva dimensión de la realidad, para cuando podamos usarla.


El Nobel es un premio que inteligencias humanas dan a otras inteligencias humanas. A Borges por tanto, de ninguna manera le correspondía.
Borges es además argentino. Pertenece a esta tierra de rarezas sorprendentes e indescifrables para el mundo actual, que hace por momentos pensar que acaso sea el cierne evolutivo de un mayor mundo futuro.