Empero, lo que obtuvimos fue una generación que empleó su libertad de ideas y conducta para esclavizarse de nuevo, esta vez al dinero y la compra de cuanta cosa brillante hubiese por ahí; y el mayor coraje que tuvo fue para meterse en cuotas, mientras hace crecer a sus hijos ahogados en pantallas pletóricas de idioteces.
Nuestros antepasados han venido creando abundancia y nosotros hemos creado libertad para disfrutarla. Nuestros descendientes parecen disfrutar de todo, pero en realidad no tienen nada para disfrutar porque no tienen nada por qué luchar; no tendrán victorias porque no tienen cambios que hacer.
Este estancamiento es el ‘fin de la Historia’ que planteó Fukuyama, también visible nada menos que en La Biblia bajo el título de 'El Becerro de Oro', que con un par más de generaciones, puede además ser el fin del mundo que creamos. Ningún bienestar humano puede sostenerse si no hay una meta, o al menos una utopía; algo que hacer colectivamente que nos comprometa y nos mueva a los sueños y a la esperanza.
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