miércoles, 23 de abril de 2014

ALGÚN JUEGO DEL DESTINO (cuento, 1985/2013)

Hacer un viaje para estrenar un auto. Y hacerlo largo y sin previsiones, sin esquemas de tiempo y descanso, a como lo sorprenda a uno la noche.
Esta noche los sorprende en la ruta, luego de una larga siesta y de algo frugal que pudo llamarse merienda tardía o cena temprana. Y ahora, el placer de disfrutar en pareja del viaje, del auto, de la sensación de libertad al seguir el desafío que las ópticas le hacen a la cerrazón de una noche sin luna.
-¿Te acordás de cuando a los autos nuevos se les hacían mil kilómetros para asentarle el motor?
-Sí –respondió ella- pasé un par de veces por eso con mi papá. ¿Cuántos lleva este ya?
-Hmm, casi dos mil, ya estaría cumplido si fuese de aquellas épocas.
-Ahamm –emite ella, recostándose en su butaca. Estaba pensando en el nacimiento de Amanda, este viaje me devolvió un montón de los mejores recuerdos.
-Jaja –rió él- el odómetro está marcando el año de su nacimiento.
-¿Marca 1996?
-Sí, el auto adhirió al festejo.
-Es de la familia –celebró ella, hundiéndose en su ensoñación.

-¿Y ahora qué te hace sonreír? –quiso saber él.
-El primer cumpleaños de Emanuel, toda la gente que juntamos sin quererlo.
-Sí, fue hermoso. Y el auto opina lo mismo, porque está diciendo que fue en 1999.
-¡Me estás jodiendo!

-¡No estará marcando ahora 2002! –sale ella con ademán de excitación.
-Sí, marca eso.
-Y yo estoy pensando en la compra de nuestra casa…
-Me pregunto cómo hacés para calcular tan bien los tiempos… claro, vamos a 120 y cada minuto son dos kilómetros.
-¿Vos me ves mirando el reloj?
-No sé, por eso te pregunto.
-Y yo no puedo contestarte porque no estoy haciendo nada, sólo estoy dejando que mis recuerdos fluyan…
-Okey –remata él, pensativo.

-Ahora estoy con la compra del negocio, y eso fue en 2005.
-Y este artefacto… marca 2005.
-Conociéndote, ibas a decir artefacto infernal…
-Sí, pero me pareció demasiado pronto para sacar conclusiones.
-Yo no saqué conclusiones, pero tengo erizada la piel.
-Estoy intrigado… seguí pensando, recordá más; pero no busques nada, dejá que te salgan solas las cosas.
-¡Eso es lo que estuve haciendo! Y ahora estoy viendo la muerte de mi papá…
-Y acá dice 2007. ¡Pero estabas con recuerdos agradables…! ¿Por qué no seguís en esa línea?
Él se puso a alternar nerviosas miradas a ella, el tablero y la ruta. Ella cerró los ojos, intentando blanquear la mente.

Y de pronto bramó, latigueando con el torso y los brazos:
-¡Se me apareció un accidente, un gran choque como esos de las películas! ¡¡Noo, no quiero verlo, es un desastre!!
-¡¡Basta por Dios con esto!! –ruega él.
-¡¿Qué está marcando?!
-Este año, 2013… No, está pasando a 2014. ¡¿Estarás vaticinando un accidente?!
-Estamos en diciembre… Pará… ¡Por favor frená este auto ya!
El pie derecho salta despavorido sobre el freno; el izquierdo pisotea frenético el embrague. Los neumáticos trazan con estridencia en el asfalto las huellas de su esfuerzo. Los cuerpos regresan golpeando los respaldos y las miradas se encuentran, ansiosas.
-¡¿Qué vamos a hacer ahora, vamos a quedarnos acá?!
-¡No sé, pero no se te ocurra echar a andar este auto!
-¿No habremos exagerado todo esto, no estaremos pecando de infantiles?
-No lo sé, pero todas esas coincidencias no fueron pura casualidad.
-Pero pudieron ser juegos de tu mente. ¡No podemos comportarnos como supersticiosos!
-No pongas etiquetas, y menos una absurda. Superstición es creer en cosas inexistentes, y acá algo 
existió…
-Algo existió en tu mente, no en la mía. Pero me siento muy confundido…
-¡Te sentís con tanto miedo como yo, admitilo!
-¡Me preocupa estar aquí a esta hora y a la deriva!
-Y a mí me preocupa que este auto se convierta en nuestro sepulcro, bajemos de aquí.
Ella se lanza fuera; él reconmina:
-No tenés que dejar tu cartera en el sepulcro.
-¡Bajá ya –grita ella tomando la cartera y mirando por la luneta- ahí vienen unas luces.
El salta y va a su lado, mientras ve un vehículo acercarse.
-¡Estás consiguiendo asustarme! Me hiciste dejar los cigarrillos… Vení, vamos a alejarnos, no sea cosa que eso que viene ahí… ¡Ves, me estás poniendo fuera de quicio! Dale, apurá que ya llega… -y la hizo correr.
Consiguieron alejarse cien metros cuando ese camión que venía rebasó el auto parado en la banquina. Ambos se sintieron mejor, pero se quedaron ahí inmóviles.
-¿Qué más viste en el choque… estábamos nosotros adentro?
-¿Y quién más iba a estar? No sé, había gente adentro, no puedo decir que nos vi a nosotros.
-¿Era este auto?
-No sé si era este auto, y qué importancia puede tener eso… Yo estaba recordando mi vida y el accidente no tiene por qué no ser parte de ella…
-¡Esto no tiene sentido! –reclama él.
-¡Ya sé que no tiene sentido ¿pero cuántas más vueltas vas a querer darle para evadirlo? Asumí que está sucediendo, que se presentó así… Quizás hasta tengamos que agradecer haber tenido ese aviso!
-Sí, quizás luego agradezca. ¡Pero de qué estoy hablando carajo!... No voy a dejar ese auto tirado en medio de la ruta y a nosotros caminando en medio de la noche.
-¿Qué se te ocurre?
-Hagamos de tripas corazón y vayamos hasta la primera estación de servicio.
-Y ahí lo dejamos. Y manejás con cuidado… y cada vez que venga algo de atrás o de adelante, te vas a la banquina…
-Está bien. Pero a esta hora y en esta ruta, no creo que vayamos a cruzarnos con mucho.
Media hora después toman café mirando el auto, que está al otro lado del vidrio, cerrado definitivamente con llave.
Los dos sorbían en silencio, en tensa cavilación sabiendo que el otro cavilaba sobre lo mismo: repasando hito a hito lo sucedido, en la fuerte necesidad de confirmar o desechar el efecto que les hiciera.

-Tenemos que venderlo –dijo ella.
-Sí, ya sé –admitió él. Pero podríamos guardarlo hasta enero o febrero y después resolver.
-¡No! Mientras lo tengamos es un peligro potencial. Por algún juego del destino, alguno de nosotros podría usarlo una vez y… Además no podremos quedarnos tranquilos en todo el año que viene, acordate que marcó también el 2014, fue justo en el cambio.
-Algún juego del destino… Como este que nos tiene acá hablando estas cosas.
-Lo subimos a una grúa y lo bajamos en la agencia.
-Sí, para que se mate otro.
Ella piensa un largo rato.
-Lo que pretendo es que no nos matemos nosotros.
-Y le vendés la muerte a otro.
-No puedo saber si la muerte está en ese auto sin que estemos nosotros adentro.
-En realidad, no sabés si hay un mínimo asomo de realidad en lo que soñaste…
-¡No soñé…!
-Y si lo hubiese, bien podría ser parte del auto y no de nosotros. Y vamos a poner a otra persona, tal vez otra familia en ese auto. Quizás mejor sería incendiarlo.
-No vamos a quemar esa cantidad de plata, no se justifica. El que lo compre va a comprar un auto cualquiera y punto. Después de todo, esa historia sólo estuvo en mi cabeza.
El pasa un rato en silencio, y luego dice:
-Está bien, pero vos vas a venderlo, no yo. Vos causaste esta locura y vos vas a darle tu propia solución. Te firmo por anticipado y no quiero ver después la plata. Disponé vos de ella.
-Entonces estás creyendo en mi locura, estás dando por cierto el aviso…
-No sé si estoy creyendo eso. No puedo dejar de pensar en que nos enteremos de que le ocurrió algo al que lo compre.
Sin contestar, ella volvió a sumergirse en el café.

Faltan quince minutos para el año nuevo.
-Mamá…
-Sí Amanda…
-¿Tenés que seguir con esa misma cara de velorio, tanto te afectó la venta del auto? Y encima no dan explicaciones, nadie puede creer que ese auto de golpe dejó de gustarles… Tendría que ser una de las cosas para festejar en este momento, y estamos todos con estos ánimos alterados…
Ella no contestó, él sólo miraba impasible.
-Pero no importa ¡ya cambiemos el ambiente, por favor! Vamos a poder recibir el año como corresponde, porque el auto sigue estando con nosotros.
-¿Qué decís?

-Está llegando la abuela, viene a traértelo. Le dio mucha pena todo esto y pensando que fue por un problema de plata, lo compró en la agencia y te lo está trayendo para regalártelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario